Imaginemos tener frente a nosotros a San Juan Bautista, y que lo estamos escuchando predicar, por su propia voz, sobre un tema que se destacó mucho en él durante su vida:
La Penitencia y la Misericordia con el Prójimo
Queridos amigos, escuchen y entiendan. Yo les enseño lo que tienen que hacer para recibir un juicio agradable en el tribunal final: confíen en Jesucristo, el cordero de Dios que quita los pecados del mundo e imítenlo en la humildad, en la misericordia con el prójimo y en el perdón de los enemigos.
Hagan penitencia, arrepintiéndose de todo el mal que han hecho, y compensando a la justicia de Dios con obras de misericordia hacia el prójimo necesitado.
La misericordia tiene una fuerza muy grande, de tal manera que todo se purifica en aquellos que la practican y les hace merecer la beatitud eterna. “Dichosos los compasivos porque encontrarán misericordia” (Mt 5, 7).
Ahora es el tiempo. El tiempo no se puede comprar ni tampoco depende del ser humano. Entonces tengan cuidado, no sea que busquen tiempo para hacer penitencia y no lo encuentren.
Deben temer la justicia de Dios que para que fuera satisfecha, se necesitó que una persona divina se encarnara, viniera al mundo y derramara su sangre.
Nuestro Dios es maravilloso. Amén.
Alabamos al Señor nuestro Dios. Es justo y necesario.
Adaptado de L-Eku tal-Ħbieb (El Eco de los Amigos), Día 1