y promueve el Reino de Dios en el mundo con un espíritu de servicio
. El Socio, al seguir viviendo en el mundo, aprecia el hecho de que el estado laical abre su acción a todos los sectores de la sociedad y comprende que su labor en el mundo es parte intrínseca de su vocación. Por eso el Socio debe estar disponible para cualquier tipo de trabajo o profesión, y debe contribuir como pueda en la sociedad en la cual se encuentra. A la vez de tener en sí mismo “el hambre y la sed por la justicia” (Mt 5,6), él debe sentirse responsable de desarrollar en sí mismo las cualidades que lo hacen un mejor obrero y más profesional para que aun en el campo de trabajo promueva el Reino de Dios con su testimonio, muchas veces silencioso pero auténtico.
Por eso cada Socio debe ser diligente y cuidadoso en su trabajo. No debe estar motivado por el deseo de hacer carrera porque el trabajo en su vida es el medio por el cual vive, se desarrolla a sí mismo y promueve el Reino de Dios en el mundo con un espíritu de servicio. Por este motivo la dimensión del trabajo debe ser integrada con todas las otras dimensiones de su llamada.
Durante la vivencia de su vocación, el Socio debe aprender a integrar todos los aspectos culturales y sociales de su vida laical y secular, en la familia y en el campo del trabajo. Esta integración tiene que ser fundamentada sobre la prioridad y la búsqueda de Dios en la vida del Socio y no en la búsqueda de la satisfacción personal que lleva a la perdición de sí mismo en vez de encontrarse con Dios y descubrir a Dios en todo.