¡Inspírate en estos santos y acude a Nuestra Señora del Rosario con la oración que más aprecia!
Santo Domingo, el promotor del Rosario, solía rezar los quince misterios del Rosario ocho veces al día, en total ciento veinte oraciones.
San Carlos Borromeo solía rezar el Rosario de rodillas, instando a menudo a los demás: «¡Rezad el Rosario todos los días, o tanto como podáis!».
San Francisco de Sales dedicó una hora cada día al Rosario y, en su lecho de muerte, pidió que lo llevara envuelto en el brazo, aconsejando: «¡Nunca te apartes del Rosario y mantenlo siempre contigo!»
San Felipe Neri solía tener un Rosario junto a su cama para poder empezar a rezarlo nada más despertarse.
Cuando San Juan Berchmans estaba a punto de morir, sostuvo el Crucifijo, el Rosario y la Regla de Vida, diciendo: «Estas son las tres cosas que amo, y con ellas moriré feliz».
San Pablo de la Cruz nunca dejó de rezar el Rosario. Cuando se le recomendó no rezarlo debido a la dificultad para respirar, respondió: «Quiero seguir rezándolo hasta que muera, y cuando no pueda decirlo verbalmente, lo rezaré en mi corazón».
San Alfonso María de Ligorio afirmó: «Quien ama a María puede ser considerado bienaventurado en este mundo y tener gran esperanza de salvación. ¿Y quién ama a María? Los que la honran con la oración que ella más prefiere, que es el Santo Rosario».