Helena Agnieszka Kmieć, nacida el 9 de febrero de 1991 en Libiąż, Polonia, fue una joven apasionada y devota que dedicó su vida a servir a los demás a través de su fe. Tras perder a su madre poco después de nacer, fue criada por su padre, Jan, y su madrastra, Barbara Zając, y consideraba a la Virgen María como otra madre. La fe era central en la vida de Helena; asistía a misa casi a diario y estaba profundamente involucrada en su parroquia.
Helena fue una estudiante excelente, obteniendo una beca para un prestigioso instituto en Inglaterra. A pesar de no ser admitida para estudiar medicina en Oxford, cursó ingeniería química en la Universidad Tecnológica de Silesia en Gliwice. Después de graduarse, trabajó como azafata. Su pasión por viajar y la naturaleza era igualada por su dedicación al voluntariado y al trabajo misionero.
En 2016, durante la Jornada Mundial de la Juventud en Cracovia, Helena utilizó sus habilidades lingüísticas y sociales para coordinar los esfuerzos de voluntariado. Luego se unió a los Voluntarios Misioneros Salvatoreanos, completando un año de formación espiritual antes de embarcarse en misiones internacionales. Trabajó con niños en Hungría, Rumanía y Zambia, donde enseñó y apoyó a niños de la calle y de familias pobres, a pesar de los peligros.
Helena tenía planes de casarse y continuar su carrera, mientras se preparaba para una misión en Cochabamba, Bolivia. Trágicamente, antes de que se abriera el orfanato en el que iba a trabajar, fue asesinada en su dormitorio por un desconocido. Sus aspiraciones eran aprender español, formar un ministerio católico y convertirse en santa.
La vida de Helena estaba centrada en la Eucaristía, al igual que la de Beato Carlo Acutis, y recibió la Sagrada Comunión el día antes de su muerte. Conocida por su espíritu alegre y su capacidad de relación, las redes sociales de Helena reflejaban a una joven ordinaria pero virtuosa. Su hermana, Teresa, enfatizó el testimonio de Helena de vivir plenamente en el amor de Dios mientras se involucraba activamente en el mundo, destacando que una relación cercana con Dios trae felicidad tanto en la tierra como en el cielo.
En abril de 2024, el Arzobispo de Cracovia, Marek Jędraszewski, inició el proceso de beatificación de Helena, reconociéndola como sierva de Dios cuya vida y martirio inspiran una profunda fe y servicio a los demás.