“Ahora bien, afirma el Señor, vuélvanse a mí de todo corazón,
con ayuno, llantos y lamentos.”
(Joel 2:12-13)
Al entrar en la temporada de Cuaresma, centrémonos en el ayuno, el silencio y la lectura. Estas prácticas no están destinadas a derribarnos; en cambio, nos ayudan a conectarnos con nuestro verdadero yo y comprender nuestras necesidades más profundas.
En un mundo lleno de distracciones, el ayuno aclara el ruido y nos permite encontrar alegría en la sencillez. Nos recuerda que debemos apreciar los placeres más pequeños de la vida y reconoce nuestra dependencia de Dios para obtener fortaleza. Al dejar de lado las pequeñas comodidades, desarrollamos resiliencia y nos preparamos para enfrentar los desafíos de manera más efectiva. El ayuno es una oración que dice: “Confío en ti, Dios, para que me envíes lo que necesito en la vida”.
El silencio es otra parte importante de este viaje espiritual. Apartarnos de las distracciones nos ayuda a escuchar nuestros pensamientos y sentimientos internos con mayor claridad. El silencio puede revelar verdades importantes sobre nosotros y, por lo tanto, nos presenta a nosotros mismos, a lo que realmente pensamos, sentimos y tememos. Dedicar un día a desconectarnos de la tecnología puede llevarnos a reflexiones significativas y a una comprensión más profunda de nuestra relación con Dios. En estos momentos de tranquilidad, podemos escuchar nuestro corazón y encontrar guía. El silencio es un acto de creación del yo porque de él surge la novedad del alma.
La lectura también juega un papel crucial durante la Cuaresma. San Benito, en particular, animó a leer más para llenar nuestra mente con nuevas ideas que nutran nuestra alma. Explorar nuevos libros espirituales proporciona conocimiento e inspiración, fomentando el crecimiento personal. La Cuaresma es un tiempo de cambio, no para convertirnos en otra persona, sino para ser más quienes realmente somos.
La Cuaresma es siempre una llamada a la conversión. Al abrazar el ayuno, el silencio y la lectura, podemos renovar nuestro espíritu. El ayuno conduce a la limosna, la lectura conduce al crecimiento y el silencio conduce al cambio. ¡Que la Cuaresma sea la primavera de ti mismo!