“¡Mi esperanza no me engaña!” (Romanos 5:5) Dios ciertamente no me defraudará… El futuro es hermoso. En mi corazón, hay un deseo de que todo esté bien. Las cosas buenas están ahí esperándome. Pero cuando miro a mi alrededor… ¿qué veo?
Guerras, peleas, conflictos, enfermedades, desacuerdos, cambio climático, abuso desenfrenado de los recursos naturales y humanos… Esta oscuridad es intensa. Miro y no veo nada más que oscuridad. Siento en mí una tensión… entre la confianza y el desánimo… entre la paz del corazón y de la mente y la ansiedad… entre la alegría y el miedo… entre lo que da vida y lo que mata. ¿Quieres decir que esta esperanza en mí es… vana? ¿Que no tiene ningún sentido?
En medio de la noche, comencé a escuchar algo… Era como una música dulce. Como una canción llena de alegría navideña… alegría, paz, la fascinación de la infancia. Mi pensamiento se dirigió a la alegría que sentí en mi infancia cuando me fascinaba el nacimiento del niño Jesús. Una escena que me infundió nuevamente paz y calma. Cuan verdadero es lo que escuché una vez, que “Quien tiene esperanza vive de otra manera, porque tiene el don de una vida nueva” (Spe Salvi 2) Mi esperanza es un don que me da Dios. Mi esperanza es Jesús mismo. Jesús es el don dado a todos los humanos, es su ancla, para que sus vidas sean plenas y tengan sentido.
Fijo mi mirada en ti, Niño Jesús, y recuerdo que eres el signo y la razón de la esperanza de mi vida. En ti veo un signo de consuelo, de misericordia y de amor. El verdadero sentido de mi vida. ¡Lléname de paciencia para que pueda detenerme, mirarte y poder maravillarme de ti! Dame la paciencia para que mientras te quiero como un niño en el pesebre, yo vea en ti paz, amor, unidad, misericordia. ¡Lléname de tu paz! ¡Lléname de entusiasmo por la vida! Haz de mí, Niño Jesús, un signo de esperanza para todos aquellos con quienes me relaciono. Haz que sea una gota de vida para que los demás puedan ver en mí que bello es vivir y saborean el amor que has infundido en mi corazón! Aumenta en mí la atención a las necesidades de los demás para que sea pronto a responder a sus necesidades. Haz que yo sea como un bálsamo para las heridas que impiden a que mi prójimo pueda encontrarte!
Niño Jesús, espero en ti. Tú eres esencialmente bueno. Te complace que nosotros tus hijos, esperemos en ti y recurramos a ti en todas nuestras necesidades. Señor Jesús, que nunca defraudas a quienes esperan en ti, alegra mi corazón con tu paz… porque sólo en ti está nuestra esperanza.
En este mundo afrontarán aflicciones,
pero ¡anímense! Yo he vencido al mundo.
Juan 16:33
¡ Renuevanse en la esperanza!
La Palabra de Dios nos ayuda a encontrar razones para esa esperanza.
Papa Francisco
Quien tiene esperanza en Dios se relaciona con Dios con plena confianza,
como un niño confía en un buen padre.
San Jorge Preca