el fervor de compartir esta Buena Nueva
Desde el inicio de la SDC, una cualidad indispensable en el Socio ha sido el gran deseo de aprender y el fervor para enseñar como mejor pueda lo que ha aprendido. Por eso, esta dimensión tiene una influencia prioritaria y determinante en el estilo de vida del Socio. Este debe esforzarse en el empeño de anunciar la Palabra de Dios, en las circunstancias particulares en que le ha tocado vivir porque esto es lo que moldea su vida; sobre todas las cosas el Socio es “verdadero apóstol” activo en la difusión de la Palabra. Este apostolado de la difusión de la Palabra, a través de todos los medios que nos ofrece la Regla, nos exige tanto que normalmente nos excluye de otros servicios y ministerios en la Iglesia.
En el Socio que experimenta el poder de la Palabra, crece el fervor de compartir esta Buena Nueva (Evangelion) con todos.“Lo que hemos visto y oído, eso les anunciamos… para que nuestra alegría sea completa” (1 Jn 1, 3-4). El Socio, imitando al primer Superior General Eugenio Borg, es capaz de contener el mundo entero en su corazón porque siente que su naturaleza es ser misionero. Él abraza este ideal con su mirada puesta en Cristo Crucificado frente al cual prometió fijar su mirada en Él todos los días de su vida y junto al profeta Isaías se alegra porque cree que son “hermosos los pies del mensajero de la paz, de los que anuncian la salvación”. Por eso el Socio cultiva en sí mismo una actitud de libertad de corazón que se convierte en flexibilidad, movilidad y disponibilidad para poder ir a cumplir su apostolado en cualquier lugar donde se necesite, porque el campo de acción de la SDC debe ser dondequiera que haga falta la enseñanza.
En otro orden, mientras evalúa la realidad y las circunstancias del hombre moderno, que dispone de poco tiempo y su vida transcurre a un ritmo vertiginoso, la SDC tiene que ayudar a los Socios para que integren el apostolado con las otras dimensiones de su vocación particular; de manera tal que su vida activa, a pesar de las dificultades y sacrificios, sea una expresión de su amor hacia Dios. Tiene que ser una vía por la cual se santifique el mundo, una propuesta de vivir en la práctica la mansedumbre y la humildad, sobre todo un medio para glorificar y alabar a Dios. El Fundador tenía muy claras las prioridades: “Pide a Dios que te hiera con su amor. Quien ama, vuela, corre, se goza, está desatado de todo y nada lo puede detener. Da todo y tiene todo en todo, es decir ha encontrado su descanso en lo que es el mejor bien sobre todo otro bien”.
El apostolado de la enseñanza ayuda al Socio a desarrollar las capacidades y destrezas que Dios le ha regalado. Cada Socio debe descubrir cuáles son sus talentos, esforzándose para desarrollarlos y orientarlos hacia el apostolado del anuncio de la Palabra porque cada capacidad o talento puede ser útil en la transmisión de la Buena Nueva. Las habilidades literarias, artísticas, técnicas, musicales, académicas y científicas con las cuales están adornados los Socios, son los dones que pueden ser utilizados y encuentran su plenitud en varias expresiones del apostolado de la SDC. Entre estas capacidades debe ser priorizada la capacidad humana con la cual muchos Socios atraen a los niños y a los jóvenes hacia las Parcelas de la SDC.