La vocación de la SDC, así como las demás vocaciones cristianas, toma vida de Cristo quien vive en su Iglesia y al mismo tiempo enriquece la vida de la Iglesia a través de su carisma particular. Desde un inicio la SDC ha sido reconocida por su vinculación a la Iglesia y fundada para su servicio. Desde el comienzo también resaltaba la obediencia al Papa. En los primeros años de la SDC, el Fundador dejó asombradas a las autoridades eclesiásticas por la fidelidad a la Iglesia. Él comprendió que esta fidelidad significaba lealtad a aquella vocación hacia la cual Dios le llamó. El Padre Jorge supo que la SDC podía ser una ayuda a la Iglesia si los Socios vivían el Bautismo y su vocación “sin mirar a ningún otro estado de vida”.
El Socio agradece a Dios por ser cristiano. Se alegra que por el Bautismo y la Confirmación haya recibido la vocación de la Sequela Christi, que el Socio tiene en común con los demás cristianos; al participar de la vida Trinitaria, coopera también en la triple labor de Cristo. Como cristiano, el Socio valora el compromiso que le confiere la consagración del Bautismo. Entonces entiende que al ser cristiano debe vivenciar la “oración fundamental” que Cristo dirige a todos: “Quien quiera venir en pos de mí, que se niegue a sí mismo, cargue con su cruz cada día, y me siga” (Lc 9, 23). El Socio comprende que está llamado a vivir esta Sequela Christi en un estilo particular, edificado por el Espíritu, la tradición y la Regla de la SDC.
En este espíritu eclesial la SDC busca continuamente conocer y comprender más lo que Dios la ha llamado a ser. La conciencia de su identidad debe impulsarla a vivir su vocación con más autenticidad y así siga siendo relevante en medio del pueblo de Dios. Esta relevancia anima a la Sociedad para expandir su presencia y su labor en otros sectores y otras partes de la Iglesia que todavía no son enriquecidos por el carisma de la vocación de la SDC.
El Fundador percibió que el carisma específico de la SDC en la Iglesia era el de laicos célibes conformados según la vida y la enseñanza cristiana, en unión con el Magisterio, con una formación permanente para poder dar testimonio profético de la vida cristiana en el mundo y desarrollar un apostolado asiduo de catequesis y formación en la fe para los niños, los jóvenes y los adultos por medio de la cual se santifican y glorifican a Dios.