una fe: unidos al Papa siempre; un solo espíritu: mansedumbre y humildad; y un solo corazón: apoyo mutuo
Los que sienten que son llamados para vivir su vocación en la SDC, desde las dimensiones antes dichas, pueden pedir su incorporación a la Sociedad. Por eso cada Socio comprende que está unido a los hermanos que han recibido la misma inspiración, que están compartiendo la experiencia de la misma llamada y que están viviendo el mismo carisma. Esta unión no está construida sobre una convivencia comunitaria, sino viene de una “única finalidad – Jesucristo, que debe ser amado y conocido; una fe – unidos al Papa siempre; un solo espíritu – mansedumbre y humildad; y un solo corazón – apoyo mutuo”.
El sentido de unidad crece en la medida que cada Socio renueva cada día el “Sí” de su Incorporación, uniéndose siempre más a la SDC, amando todo lo que es suyo, participando en las celebraciones y en la oración común, especialmente la diaria con el Reloj de Oración, y compartiendo en el apostolado de su parcela y de la SDC. A pesar de que los Socios normalmente no viven en comunidad, su vida afectiva igualmente necesita mantenerse con relaciones sanas y amistades vinculadas “con la unión que nos congregó en una sola cosa”. María Santísima es el modelo para cada Socio en su renovación del “Sí” de la Incorporación.
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