Con la ayuda de Dios, hemos llegado al hermoso tiempo litúrgico de Navidad.
¿Cuál es la verdadera razón de este tiempo especial? No es sólo la alegría que trae, aunque eso es importante. No es sólo el sentido de vínculo y unidad que sentimos unos con otros. La razón central es Jesús: Dios hecho hombre, la encarnación.
Si pasamos por alto este punto, lo perdemos todo. Como nos enseña San Pablo, no hay otro fundamento que el ya puesto, que es Jesucristo. (1 Cor 3:11)
¿Qué es la encarnación? El término significa «vestirse de carne» y se refiere a la creencia cristiana de que la Segunda Persona de la Santísima Trinidad se hizo humana. El Hijo entró en la historia humana, tomando un cuerpo como el nuestro. Nacido de una mujer, sin la intervención de un hombre, como enseña la Iglesia y como explica el Evangelio, interpretado por el Magisterio: Cuando llegó la plenitud de los tiempos, Dios envió a su Hijo, nacido de una mujer. (Gal 4:4)
Este fue un momento único en la historia humana que trajo un nuevo significado a nuestra existencia. T.S. Eliot, en su obra teatral The Rock (La Roca) (1934), captura la belleza de la encarnación en estos pocos versos:
Un momento no fuera del tiempo, sino en el tiempo, en lo que llamamos la historia que atraviesa,
divide en dos el mundo del tiempo, un momento en el tiempo pero no como un momento del tiempo.
Un momento en el tiempo se hizo a través de ese momento:
porque sin el significado no hay tiempo, y ese momento del tiempo dio el significado.
La encarnación fue la visión de Dios para la humanidad, elevándonos a un nivel divino. Era inimaginable que Dios se convirtiera en un hombre como nosotros en todas las cosas excepto en el pecado.
No es extraño que la encarnación siga sorprendiéndonos. San Jorge Preca decía que la humildad de Jesús no sólo sorprendía a los hombres, sino también a los ángeles e incluso a Satanás y sus seguidores. Éste es un misterio fundamental de nuestra fe.
En el Año del Señor, san Jorge Preca escribe: «En la Encarnación vemos el amor desmesurado de Dios por la humanidad». El amor profundo de Dios por el hombre pecador se manifiesta en todas las acciones de Jesús.
¡Gracias, Señor Jesucristo, por haberte hecho uno de nosotros para que podamos llamarte nuestro hermano mayor!