Primeros Pasos
A principios del siglo XX, en el ámbito eclesiástico maltés circulaban diversas ideas erróneas. La Iglesia, recelosa de cualquier novedad, observaba con cautela las nuevas actividades y organizaciones, temiendo que socavaran la fe tradicional. Por eso, cuando el Vicario General, monseñor Salvatore Grech, se enteró de que un grupo de jóvenes se reunía regularmente para hablar de Dios, el pánico se apoderó de él. Su temor se intensificó al ver que muchas personas acudían a escuchar a este sacerdote y a sus seguidores hablar de Dios de forma sencilla y clara, e incluso se atrevían a abrir la Biblia, ¡un libro que hasta entonces solo los sacerdotes y no los laicos, se consideraban capacitados para leer! ¿Qué estaba ocurriendo? ¿Qué tramaba San Jorge Preca? ¿Acaso estaba creando una secta herética en secreto?
En realidad, San Jorge Preca era consciente, como cualquier otra persona lúcida en aquella época, que la situación religiosa en las islas de Malta y Gozo era extremadamente preocupante. Sin una base sólida en las Sagradas Escrituras, los sentimientos religiosos de los malteses se edificaban más en la arena que en la roca, por lo que en tiempos de tormenta y tensión fácilmente podían desaparecer.
Fiestas, fuegos artificiales, una religiosidad más bien dudosa y una buena dosis de superstición era todo lo que podía decirse de la piedad de muchos cristianos malteses.
No se impartía una instrucción catequética realmente bien organizada para frenar este influjo de ignorancia religiosa. Se dejó mucho a los esfuerzos individuales de los sacerdotes. La propia Iglesia, aunque disponía de la mayoría de los mejores centros educativos privados de las islas, difícilmente podía decirse que hubiera impulsado una educación religiosa organizada y regular para el pueblo.
La Respuesta del Padre Jorge Preca
San Jorge Preca vio que era importante educar a la gente en su fe, no solo que vivieran de pura devoción, sino también para que pudieran comprenderla y vivirla de manera más profunda. Así, sin importar quién y qué le desafiara, a menudo enfatizaba y repetía: hay que enseñar al pueblo para que se convenza de su fe. Aprovechando su carisma y personalidad, San Jorge Preca forjó un ejército anónimo y comprometido para Cristo. Hombres y mujeres que, sin diferenciarse de la gente común en su vestimenta o apariencia, se distinguieran por una profunda formación espiritual y vida de fe. Su ejemplo, presente en su vida diaria tanto en el hogar como en el trabajo, irradiaría una luz sencilla pero poderosa para quienes estuvieran junto a ellos. Además, en una época en la que los laicos aún no habían sido reconocidos oficialmente como importantes en la misión de difundir el Evangelio, San Jorge Preca confió a sus seguidores la responsabilidad de enseñar el catecismo. Su pequeño grupo de hombres y mujeres se convirtió en la Sociedad de la Doctrina Cristiana (conocida también como M.U.S.E.U.M.).
Oposición
A pesar del reconocimiento y el mérito ya conocidos del P. Jorge Preca, la primera etapa de su labor apostólica no fue un camino de rosas, sino que fueron muchas y afiladas las espinas que se clavaron en su piel. Difamado en los periódicos, a pesar de que la gente seguía acudiendo a él en busca de consejo y ayuda, el punto culminante llegó cuando el Vicario General, Mons. Salvatore Grech, le ordenó en nombre del arzobispo que cerrara todos los centros de catequesis que había abierto. Estas oposiciones no eran una novedad en la Iglesia, la mayoría de los grandes fundadores recibieron el mismo trato. San Jorge Preca, como Don Bosco, fue acusado de loco y como San Felipe Neri, criticado por sus actos de piedad. El mismo arzobispo que ordenó el cierre de los centros de catequesis fundados por San Jorge Preca y nunca aprobó su Sociedad, pronto le dio a él y a su obra vía libre en toda su diócesis, confiando en ellos sin reservas.
Créditos: https://youtube.com/@johnmicasdc
