En el cuarto capítulo de Christus Vivit, el Papa Francisco explica tres grandes verdades.
DIOS QUE ES AMOR
El Papa nos recuerda que, ocurra lo que ocurra en tu vida, en cada momento, Dios te ama. En la Palabra de Dios encontramos que Él quiso hallar diferentes maneras de mostrar este amor, para que al menos una de ellas toque tu corazón. A veces se refiere a sí mismo como un padre que juega con sus hijos: «Con cuerdas humanas los atraje, con lazos de amor; fui para ellos como quien alza a un niño contra su mejilla, me inclinaba para alimentarlos» (Os 11,4). Otras veces habla como una madre cuyo amor hace imposible descuidar o abandonar a sus hijos:
«¿Acaso una mujer olvida a su niño de pecho, sin compadecerse del hijo de sus entrañas? Aunque ella lo olvidara, yo nunca te olvidaré» (Is 49,15). Dios incluso se compara con un amante que llega al extremo de grabar el nombre de su amada en las palmas de sus manos para tenerla siempre ante sus ojos: «¡Mira! En mis palmas te he grabado, tus muros están siempre ante mí» (Is 49,16). En otros pasajes subraya la fuerza y la firmeza de su amor invencible: «Aunque se retiren los montes y tiemblen las colinas, mi amor por ti no se apartará» (Is 54,10). Para Él, tú tienes sentido; no eres insignificante. Eres importante para Él, porque eres obra de sus manos.
CRISTO TE SALVA
Por amor, Cristo se sacrificó por completo para salvarnos. Sus manos, extendidas de par en par en la cruz, son el mayor signo de que está dispuesto a darlo todo por nosotros: «Habiendo amado a los suyos que estaban en el mundo, los amó hasta el extremo» (Jn 13,1). San Pablo dijo que su vida fue una de absoluta confianza en este amor que se entrega del todo. Hoy, Jesús continúa salvándonos y redimiéndonos de nuestros pecados con la fuerza de su entrega total. Hagamos lo que hagamos, siempre nos amará y nos salvará. Solo lo que es amado puede ser redimido. Solo lo que es abrazado puede ser transformado. El amor de Dios es más grande que nuestros problemas, pero es precisamente en medio de ellos donde quiere escribir esta historia de amor. Para explicarlo, el Papa Francisco recurre a los ejemplos del Hijo Pródigo y de la negación de Pedro. Nos dice que la peor caída de la vida no son nuestros pecados en sí, sino cuando permanecemos caídos y nos negamos a dejarnos levantar. El perdón y la salvación no se pueden comprar con dinero. Solo podemos recibirlos con profunda gratitud y alegría, sabiendo que somos amados mucho más de lo que jamás podríamos imaginar.
ÉL ESTÁ VIVO
Esta verdad no puede separarse de la segunda. Debemos recordárnoslo siempre, pues corremos el riesgo de ver a Jesús únicamente como una figura del pasado, alguien que nos salvó hace dos mil años. Si lo vemos solo así, no nos sirve de nada, no cambia nada en nosotros ni nos libera. Lo que nos llena de gracia, lo que nos salva, nos transforma, nos sana y nos consuela, es que Él está verdaderamente vivo. Vivo, y capaz de hacerse presente en tu vida en cada instante, llenándola de luz y quitando la tristeza y la soledad. Incluso si todos te abandonan, Él siempre está contigo, tal como lo prometió: «Yo estoy con vosotros todos los días hasta el fin del mundo» (Mt 28,20). Como Él vive, no cabe duda de que el bien tendrá la última palabra en tu vida. Encontrarse con Cristo vivo, hacerse su amigo, relacionarse con Él y abrirle el corazón es una experiencia profunda que puede sostener toda tu vida cristiana.
En estas tres verdades contemplamos a Dios Padre y a Jesús. Y donde están el Padre y el Hijo, allí también está el Espíritu Santo. Él es quien en silencio abre los corazones para acoger este mensaje. Él mantiene viva nuestra esperanza en la salvación y te ayudará a crecer en la alegría si permaneces abierto a su obra en ti.
Mikael Paul Fenech
Candidato de la SDC


