De The Rosary, Roses of Prayer for the Queen of Heaven por el Rev. Daniel A. Lord, S.J.
María es la amorosa Madre del mundo. Ella es la hermosa Reina del Cielo. Ahora bien, el regalo más dulce que la gente puede ofrecer a una madre y a una reina es un ramo de flores. Desde aquella primera Navidad, María ha sido maravillosamente buena con todos sus hijos. Por eso, nos gusta ofrecerle rosas. Como ella está en el cielo, es difícil regalarle las rosas de nuestros jardines. Sin embargo, lo hacemos cuando adornamos sus altares. Siempre podemos ofrecerle nuestro Rosario, un hermoso ramo de oraciones. Así, colocamos el Rosario en los brazos de nuestra Reina y Madre.
A menudo llamamos al Rosario “nuestras cuentas”. Casi todos los católicos llevan estas cuentas en el bolsillo o en el bolso. Los niños pequeños aman rezarlas con sus padres. Cuando los católicos mueren, generalmente sus cuentas están entrelazadas entre sus dedos, y son enterrados con ellas. Grandes santos han llamado a sus cuentas una escalera que conduce al cielo. Pero la gente sencilla y sin instrucción también las ha amado. Hoy en día, los buenos católicos las rezan mientras caminan, en el tranvía, mientras esperan a sus amigos, por la noche en sus habitaciones, al conducir sus autos, siempre que tienen un momento para pensar en Jesús y hablar con María.
Como todos los grandes santos, Santo Domingo amaba profundamente a la Madre de Dios, María. Dedicó a ella a sus magníficos sacerdotes, los dominicos. Domingo enseñó a los hombres a amar el nombre de Jesús. Anhelaba hacer que conocieran y amaran a la dulce Madre de Jesús. Quería que le rezaran, que pensaran en ella, que recordaran la maravillosa vida de Jesús y María. María amaba a su hijo, Domingo. Por eso, le dio una cuerda de cuentas como un collar. Le enseñó cómo usarla. Le pidió que la entregara al mundo. Y desde ese día, hombres y mujeres han usado el Rosario cuando oran a la Madre de Dios.


