El séptimo domingo después de Pascua, se nos invita a contemplar el glorioso momento de la Ascensión de Cristo. En Lucas 24, vemos a Nuestro Señor bendiciendo a sus apóstoles antes de ascender al cielo. Los envía al mundo con una misión: enseñar a todas las naciones y bautizar en el nombre del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo. Después, una nube lo oculta suavemente de su vista, marcando el final de su ministerio terrenal. Sin embargo, esto no es una despedida, sino un cumplimiento: Cristo asciende para reinar a la diestra del Padre.
Detengámonos y contemplemos el Corazón de Jesús, ahora glorificado, a quien se le ha dado todo poder en el cielo y en la tierra. En este momento divino, nos invita a confiar, a seguirlo y a amar más profundamente. Su corazón permanece abierto a cada uno de nosotros, un lugar de refugio y fortaleza.
Señor Jesucristo, haz mi corazón semejante al tuyo.
Sagrado Corazón de Jesús, ten piedad de nosotros.
Dios Padre, te ofrezco el Divino Corazón de tu Hijo Jesucristo, con todos sus méritos, para que me concedas la gracia de encontrar refugio en tu Corazón Todopoderoso. Amén.
Alabado sea Dios.