El episodio de Jesús en el desierto se nos presenta el primer domingo de Cuaresma. En el desierto, Jesús está solo a los ojos de los hombres y se encuentra con el diablo que lo tienta a estar cómodo, a ser rico y a tener poder. Uno podría preguntarse: ¿Qué importancia tiene esto? El Fundador nos da una respuesta tentativa en el Gimnasio Espiritual cuando escribe:
«Es necesario que uno se quite toda la ropa para poder luchar:
porque si… está vestido aunque sea con una cosa pequeña,
el enemigo encontrará fácilmente algo por donde pueda agarrarlo y derribarlo al suelo».
El diablo sabe qué camino debe tomar… y por eso nos pone delante cosas que a primera vista parecen bellas y buenas.
Pero, ¿cómo daré mi energía para caminar en pos de Jesús si me siento cómodo con mi rutina diaria? ¿Cómo ofreceré el tiempo y usaré la riqueza que tengo para otros si mis pensamientos están en el dinero y en un segundo trabajo? ¿Cómo obedeceré? ¿Cómo seré humilde y serviré a los demás si estoy apegado a mis ideas y quiero que las cosas se hagan como yo quiero que se hagan?
Como Jesús en el desierto necesitamos deshacernos de aquellas cosas que no nos dejan libres para amar. El Fundador escribe que es necesario que llevemos únicamente la armadura de la oración. Estemos convencidos de que todo lo que tenemos proviene de Dios y de esa manera se nos hace más fácil hacer todo por él.
Daniel Micallef
Miembro de la SDC