Apenas mencionamos el mes de octubre, nuestros pensamientos se dirigen inmediatamente al Rosario. Pero no deberíamos rezar el Rosario solo en octubre, sino cada día y a lo largo de todo el año.
San Juan Pablo II, en la Carta Apostólica Rosarium Virginis Mariae, llama al Rosario “una oración amada por innumerables santos”. ¡Y en verdad lo es! He aquí algunos ejemplos:
- San Felipe Neri no se iba a dormir sin haber rezado el Rosario;
- San Francisco Javier, mientras viajaba por las selvas de las misiones, llevaba las cuentas colgadas del cuello;
- San Pedro Claver distribuía alrededor de 9,000 rosarios al año a los esclavizados;
- San Juan Berchmans, mientras agonizaba, pidió sus tres libros más preciados: el Crucifijo, la Regla de Vida y el Rosario;
- San Juan XXIII rezaba diariamente 15 decenas: cinco con quienes le rodeaban, cinco ante el Santísimo Sacramento y cinco en la tranquilidad de su habitación;
- San Juan Pablo II consideraba el Rosario como su oración preferida.
Y la misma Virgen María desea que recemos el Rosario. Ella lo pidió en todas y cada una de sus apariciones. En Fátima y en Lourdes se apareció con las cuentas en sus manos. No se unía a los niños en el rezo de las Avemarías, ya que estas iban dirigidas a ella, pero pasaba suavemente las cuentas entre sus dedos. El Gloria lo rezaba ella misma, inclinando la cabeza en reverencia.
Que estos ejemplos nos animen también a nosotros a recitar diariamente esta hermosa oración. No digamos que no tenemos tiempo para ello porque es largo. El Señor nos concede 1,440 minutos cada día. ¿No sería maravilloso dedicar solo 15 de ellos a Nuestra Señora?
Tampoco deberíamos afirmar que el Rosario es una oración monótona por sus repeticiones. ¿Acaso no es mucho mejor un ramo de 50 flores que una sola?
Carmel G. Cauchi
Miembro de la SDC


