Al recorrer el Año Jubilar de la Esperanza, bajo el lema «Peregrinos de la Esperanza», reflexionemos sobre María, la Madre de Jesús, como nuestro ejemplo de fe y confianza. Su festividad, bajo la advocación de Nuestra Señora del Carmen, celebrada el 16 de julio, nos recuerda que nos acompaña en nuestro camino, especialmente cuando el camino es difícil e incierto.
Toda la vida de María fue un «sí» al plan de Dios: desde su valiente aceptación en la Anunciación hasta su firme presencia al pie de la Cruz. Con razón podemos llamarla la Mujer de la Esperanza, pues su fe se mantuvo firme ante el sufrimiento y el misterio.
San Jorge Preca, quien como terciario carmelita tomó el nombre de Padre Franco en su honor, nos invita a seguir el ejemplo de María para convertirnos en dignos discípulos de Jesucristo. Para él, María no era solo digna de admiración, sino sobre todo de imitación, especialmente por su humildad, silencio y plena confianza en Dios. Fomentó la devoción al escapulario, al rosario y, sobre todo, una vida interior a imagen de la suya.
Promovió la devoción al escapulario como signo de consagración a María y un llamado a imitar sus virtudes. Abrazó profundamente las enseñanzas del Papa Pío XII, quien describió el escapulario como «revestirse de las virtudes de María» y estableció una Celebración anual de las Virtudes el primer domingo después del 16 de julio para animar a los miembros de la SDC a vivir las nobles virtudes de María.
En uno de sus escritos, San Jorge Preca imaginó a San Simón Stock instando a los fieles: «Revestíos de María, vosotros que la amáis». De hecho, San Jorge Preca fue un testigo vivo de este llamado, predicando incansablemente el amor protector de María a través del escapulario y guiando a otros a seguir su camino.
Como peregrinos de la esperanza, caminemos con María, la Mujer de la Esperanza, confiando en que ella nos guiará cada vez más cerca de su Hijo, tal como lo hizo San Jorge Preca, con fe, devoción y valentía.