Para muchos de nosotros, la fumata blanca del 8 de mayo de 2025 fue una gran sorpresa. Muchos habían predicho que este cónclave sería largo. Sin embargo, no fue así. Tanto es así, que de repente pareció que el mundo entero se había puesto a ver lo que sucedía en la Plaza de San Pedro. Entonces, las puertas de la logia se abrieron y escuchamos las tan esperadas palabras: «Annuntio vobis gaudium magnum. Habemus Papam».
La alegría que siguió fue verdaderamente palpable. La emoción de la multitud se apaciguó mientras todos esperaban el nombre del nuevo Papa: el cardenal Robert Francis Prevost. El suyo no era un nombre mencionado con frecuencia, y mucho menos junto a los más populares entre periodistas y comentaristas. Entonces llegó el nombre que había elegido: León XIV.
Como era de esperar, parecía profundamente conmovido. ¿Y quién no lo estaría al descubrir que Dios lo había llamado a ser un padre para todos? Luego le pasaron el micrófono, y sus primeras palabras a la multitud reunida en la plaza fueron: «¡La paz sea con todos ustedes!». Palabras proféticas, sin duda, no solo por los tiempos difíciles que vivimos, cuando la paz parece tan esquiva, sino sobre todo porque fueron las mismas palabras pronunciadas por el Maestro, Jesús, cuando se apareció por primera vez a sus apóstoles después de su resurrección. Este breve saludo fue el mensaje, y quizás más profundamente, la oración con la que el nuevo Papa quiso comenzar: una oración por la paz en nuestras familias, entre las naciones y en todo el mundo.
Para animar a sus hijos, el Papa continuó: «Dios nos ama a todos… ¡el mal no prevalecerá!». Con estas palabras, nos instó a no desanimarnos, para que, como pueblo de fe, sigamos llevando la luz del Señor al mundo y dando testimonio de su paz victoriosa.
El Papa León XIV concluyó su mensaje invitándonos a unirnos a él para construir puentes. En un mundo aparentemente abrumado por la división y el conflicto, que seamos signos de la verdadera paz que solo el Señor Dios puede conceder.