Cuando hablamos de figuras prominentes de la teología católica, san Agustín es uno de los primeros que nos viene a la mente. A menudo citamos citas de este Doctor de la Iglesia.
Sin embargo, sería un error pensar que este santo llevó una vida fácil y sin problemas, todo lo contrario. De hecho, tardó muchos años en conocer a Dios y, como leemos en su obra «Las Confesiones», admite abiertamente haber cometido muchos pecados.
Agustín nació en el año 354 d. C. en Hipona, en la actual Argelia. Su padre era pagano, mientras que su madre, Mónica, era una cristiana devota. Su padre lo animó a continuar sus estudios con la esperanza de que algún día se convirtiera en abogado. Sin embargo, este enfoque en el éxito académico le costó el desarrollo integral y no le dio un buen ejemplo moral. Agustín confiesa que, de joven, luchó contra el pecado de la fornicación. A veces, incluso robaba a sus padres para comprarles comida a otros niños. A los dieciséis años, cuando fue a estudiar a Cartago, se describe a sí mismo como involucrado en «muchas relaciones ilícitas». A los dieciocho, ya había tenido un hijo, Adeodato, con una mujer con la que no estaba casado.
Aunque Agustín se dio cuenta de la necesidad de reformar su vida, inicialmente recurrió al maniqueísmo, una secta que enseñaba una forma de dualismo, en la que el universo se veía como un campo de batalla entre las fuerzas del bien y del mal. Los maniqueos creían que la sabiduría por sí sola era suficiente para la salvación. Durante este período, Agustín enseñó filosofía y retórica en Cartago, Roma y, posteriormente, en Milán. Allí, entró en mayor contacto con pensadores cristianos. Gracias a las persistentes oraciones y al ánimo de su madre, finalmente accedió a escuchar los sermones de San Ambrosio. Este santo obispo ejerció una profunda influencia en él, y poco después, durante la Vigilia Pascual del año 386, Agustín fue bautizado junto con su hijo.
Unos años después, falleció Adeodato, y Agustín decidió vender todas sus posesiones y donar el dinero a los pobres. En el año 391 d. C., fue ordenado sacerdote tras ser recomendado por muchos. San Agustín se convirtió en una de las figuras más influyentes de la Iglesia católica. Escribió más de cien libros, doscientas cartas y nos dejó cerca de quinientas homilías grabadas. Desde una juventud inmersa en búsquedas egoístas y mundanas, conoció a Dios y se convirtió en un poderoso testigo de la fe católica. Su vida también demuestra el poder de la oración, en particular la de su madre, como medio para discernir la voluntad de Dios para nuestras vidas.
Jake Bezzina
Candidato a la SDC